Por Jaqueton.
Qué de tiempo hacía -ni me acuerdo- que no me levantaba para ir de ruta siendo
aún de noche...!! Jué.... Como si de una salida invernal se tratara... lo
mismito.... je, je, je....
El 22 por la mañana, sonó el despertador a eso de las 4:45.
Cuando aún no están puestas las calles, las farolas están prendidas, y los
transeúntes borrachos....
Pero aún siendo tan pronto, me levanté contento, feliz y despejado.... Y es que
la ocasión lo merecía.... nos íbamos a Zaragoza!!
Así pues, saltar de la piltra, echar un fax al Sr. Roca, ducharme y arreglarme,
fue todo uno. Eché un vistazo al foro, me tomé un zumito... y antes que me
diera cuenta, ya estaba con los pellejos puestos, el casco en una mano, y en la
otra la esperanza de correr una aventura de las que se recuerdan durante mucho
tiempo...
No serían aún las 5:30 cuando abría la puerta de casa, no sin antes despedirme
de mi adorable y amadísima esposa que estaba durmiendo... –como es normal a esa
hora- y darle un par de mimitos a nuestra cuca perrita, Sara... y enfilé las
escaleras para la calle.
Me acerqué al cajero de la esquina, rodeado de crápulas para los cuales, el
sábado todavía estaba vivito y coleando... pero a quienes el inminente Lorenzo,
vendría en un ratico a sacarles de su dulce sueño, y devolverles a la más cruda
de las realidades....
En fin, que estaba yo ya más que preparado, cuando me dispuse a ir a despertar
a mi Bilú It... pero estaba despierta!! Bueno, despierta, y ansiosa de devorar
kilómetros conmigo...!!
Así pues... no tardé mucho en montarla, y poner rumbo al punto de encuentro
–esta vez en Vilafranca- donde me encontraría con mis compañeros de ruta...
Subí por la C-15, y extrañamente, no me encontré con ninguno de los gossos que
a esas horas acostumbran a pulular por las rotondas y alrededores...
Lo qué sí me encontré –a escasos metros de la primera rotonda de Vilafranca-,
fue un par de mozalbetes que pretendían enseñarme no se qué importantes pasos
de baile... pero los ignoré, no tenía tiempo, pues me esperaban.... Y enfile la
primera de las salidas de dicha rotonda. En su interior, me esperaban Nandu
Intruder, y su encantadora esposa Araceli... Puntuales, si señor...! Como tiene
que ser!!
Una vez hechas las presentaciones, dados los besitos y apretones de mano, y
echados los pitillines de rigor... Montamos nuestras burricas, y pusimos proa a
Igualada. Donde cogeríamos la N-II que nos tendría que llevar a nuestro
destino: Zaragoza...!!!
A esa hora, ya empezaba a despertar un día, que se presumía claro y despejado.
Y aunque el fresquete se notaba.... todo apuntaba a que sería un día caluroso,
caluroso...
La luna todavía presidía un clarísimo cielo de un azul intenso, luchando por no
ceder su puesto a un joven y caliente sol, que empezaba ya a dejar más que
claro que aquél era el inicio de un típico día de verano...
Arribados a la capital de l’Anoia, decidimos ir a echar el café y realizar así,
la primera de las muchas “paradas de avituallamiento” que haríamos a lo largo
de nuestro viaje.
Pretendimos parar en un bar, que a Nandu le hacía mucha ilusión visitar, por
mostrar a su esposa las “mesas anti escapatoria” que allí hay... pero estaba
cerrado. Así que nos calentamos por dentro en otro garito cercano, que por las
pintas, no hacía mucho que habían abierto... Eran las 6:45. Íbamos más que bien
de tiempo...
Salimos de allí, con la intención de enfilar la N-II, y parar en Bellpuig. Punto
de encuentro con Huracaan, y con un suculento almuerzo que nos repondría
fuerzas, y nos daría energías para continuar el trayecto.
No serían mucho más de las 7:40, cuando pillamos la salida a Bellpuig... y aún
no habíamos empezado a repostar nuestras monturas, cuando apareció –puntual
como él solo- nuestro amigo y compañero, Huracaan...!
Apretones de manos, abrazos, besitos... –esta vez sin pitillines, pues
estábamos en una gasolinera- y salimos de allí siguiendo a nuestro amigo, que
nos llevó a un garito que había visitado el día anterior, para acordar que
sobre las 8:00 nos acercaríamos a almorzar...
Pero... resulta que el tipo de dicho establecimiento tenía menos ganas de
currar que Papá Noel en agosto... –cosa de la que me alegro mucho, y luego
veréis por qué- y tuvimos que salir de allí en pos de un lugar más... dispuesto
a satisfacer nuestras panzas, que ya hacía rato que se quejaban...
Huracaan, excelente anfitrión y mejor cicerone, nos llevó hasta Mollerussa.
Donde se encuentra un barecillo muy simpático y acogedor, con mesitas fuera
–sobre el césped- y un servicial camarero que enseguida hizo las delicias de
éste que os habla y sus amigos...
La mañana avanzaba impasible, y el sol empezaba ya a calentar... y allí, sobre
el césped, el estómago lleno, y conversando con buenos amigos... uno no se
quería ir...!!
Pero todo tiene un fin, y nuestro almuerzo no iba a ser menos... Así que, poco
más o menos a las 9:30 de la mañana, montamos de nuevo en las burricas y
dejamos que Huracaan –de nuevo el inefable Huracaan- nos guiara para pillar la
A2...
Huracaan en esta ocasión no pudo acompañarnos... pero una parte de él partió
con nosotros acurrucada en nuestro corazón...!
Emprendimos pues, de nuevo, nuestro viaje a través de la A2. La intención era
parar unos kilómetros antes de llegar a Zaragoza, y repostar depósitos y
gaznates... Pero antes había que pasar Lleida... Llegar hasta Fraga, y empalmar
con la N-II que –empieza a estar más apedazada que las maletas del fugitivo-,
nos deparaba algún que otro sustillo...
Vimos, conmocionados, un camión calcinado donde perdió la vida un chofer
portugués que no pudo saltar a tiempo de él...
Sorteamos, esquivamos y sufrimos miles de baches... –incluso un mega escalón
que nos hizo saltar a todos de la moto- pero nada iba a apartarnos de nuestra
convicción: Llegar a Zaraguays, y tomarnos unas cañitas en el tubo... je, je,
je.... Ni siquiera mi casco –que empezó a desmontarse- pudo apartarnos de
nuestro camino; pues paramos un momento, lo montamos... y ala! A seguir...!!
Así pues, unos 30-35 kilómetros antes de Zaragoza, paramos a llenar los
estómagos a las nenas... y al ladito de la gasolinera –atendida por un
simpático maño que te ponía el carburante con sumo cuidado...-, Nandu descubrió
un chiringuito donde refrescarnos. Bueno un chiringuito.... un restaurante, en
cuyo recibidor podía cocerse pan...! Pero que una vez dentro, recibías la
recompensa de un refrescante aire acondicionado que luchaba por mantener
constante la temperatura en aquél local anclado bajo un sol de justicia que
freía sin piedad a cuantos estaban bajo él...
De allí ya, fue un salto llegar a Zaragoza.
Recorrimos unos 15 kilómetros, y pillamos una autopista que teníamos que dejar
prácticamente a las puertas de la ciudad...
De hecho, terminabas entrando a Zaragoza por el Puente de Santiago;
directamente al Pilar...!
Nada más pasar el puente, doblamos a izquierdas, y allí mismo –en Paseo de
Echegaray y Caballero- dejamos las cabalgaduras, deseosas de descansar un rato
de “trote” y dedicarse simplemente a descansar... je, je, je... Las atamos,
dejamos los cascos en ellas... Y comprobamos al darnos la vuelta y entrar por
la Plaza del Pilar, que efectivamente... habíamos llegado, por fin, a
Zaragoza!!!
Y eran... algo menos de las doce del mediodía. La previsión, cumplida a la
perfección: A medidodía, en Zaragoza...
Y en ese punto, uno piensa que ni ha sido tan pesado, ni cansino, ni nada de lo
que a priori podría haberse pensado al respeto del viaje... Realmente fue un
viaje la mar de tranquillo, ligero, y –gracias a las paraditas, claro...- muy
freso. Ya veríamos qué tal el regreso...
Lo primero que hicimos al entrar en la Plaza, fue ir a echarnos unas foticos
–prueba gráfica del viaje- justo en frente del Pilar. Y como todos habíamos
estado en otras ocasiones en la Basílica... obviamos muy mucho su visita, y
optamos por acudir raudos, a otro tipo de “iglesias”... je, je, je...
Pues, ciertamente, hacía ya un calor de tres pares, y había que hidratarse...
Iniciamos el paseo maño –como digo- el la Plaza del Pilar. De allí, fuimos
dando un paseo, pasando por delante de las ruinas... por detrás del mercado
central –que por cierto, olía a meaos que mataba-, pillamos Cesar Augusto, y
fuimos subiendo hasta El Coso... y por allí entramos al Tubo...!
Y para entonces, nuestro nivel de hidratación estaba bastante fastidiadillo...
Y es que se estaban alcanzando, unos 30 y tantos grados a la sombra...! Je, je,
je... y aún no eran las 13:00...!
Fuimos recorriendo las callejuelas –yo tenía la esperanza de encontrarme con el
Calamar Bravo, recuerdo de mis otras visitas a la capital maña...- pero la
necesidad pudo más, y nos metimos en el bar Texas.
Aquí, si me lo permitís, pondré unas palabras de Carlos Herrera, que habla del
Tubo, y también del bar en cuestión, que elegimos tan acertadamente Nandu,
Araceli y yo, para refrescar el gaznate, reposar las patas traseras, y picotear
un rato...
Dice así:
-“Es, casi, revivir una ceremonia iniciática entrar por la calle Mártires a ese
Tubo que siempre se me antoja un paisaje dejà vu, un derribo permanentemente
anunciado, un lento goteo de desaparición, una película melancólica filmada en
aquellos años en los que mi tío Rafael, el Herrera que designamos embajador de
la familia en Zaragoza, nos llevaba de la mano a una selva decadente en la que
florecían las tascas de vino tinto y patatas bravas.
[...]
Resiste el bar Texas, que sigue como lo dejé la última y la penúltima y la
antepenúltima vez y que te hace respirar, aliviado, cuando llegas a su esquina
y puedes entrar a una memoria que no se desvanece entre bares de cubatas en
serie. Las matrículas de coches americanos y los azulejos de refranero popular
siguen colgando en las viejas paredes del bar, mientras que, a la par, las
lechillas de ternasco, las mejores bravas del mundo –las mejores, ojo— y los
boquerones primorosamente albardados te hacen saber que hay barreras de
resistencia al avance implacable de hamburguesas dudosas, mexicanadas
desnaturalizadas y bocaterías sin alma...”.
Espero que os haya gustado la descripción... a mí me encantó...! Es tal
cual...!!
Meterse por esa zona... en ese bar –y otros muchos- con solera, con historia,
con poso... es como darse una vuelta por el pasado. Para regresar
–irremediablemente- al presente, nada más salir de esas calles. De esa zona. De
ese mundo...
Aún nos dimos una vueltecilla más por El Tubo, cuando salimos del Texas, para
recrearnos con sus rincones...
Y volvimos a salir por El Coso.
Pensé en pillar Plaza España, y andar por Paseo Independencia... pero eran ya
las dos de la tarde, andábamos por los 35 grados; y aunque llevábamos las “de
cuero” en el brazo... estábamos sudando como gorrinos y teníamos hambre. Y como
aventurarse a buscar un restaurante más “típico” en un domingo de “Expo”, se
nos antojaba innecesario. Y más en un viaje en moto como el nuestro... Juzgamos
oportuno el meternos en un restaurante chino que se encontraba precisamente
ahí: en El Coso. A escasos metros de su cruce con Cesar Augusto...
El restaurante estaba bien. Un pelín –sospechosamente- vacío... Y aunque el
servicio era correcto y atento, los cacahuetes que te dan para esperar estaban
“pasaíllos”... yo creo que eran los mismos que le sirvieron a Goya en más de
una ocasión... je, je, je...
Para esperar... porque lentorros lo fueron un rato... Pero por contra, los
platos estaban muy bien, y muy buenos... Y aunque parezca una tontería, el
hecho que te sirvan de la forma tradicional –primeros, y segundos-, y no
trayéndotelo todo de golpe, como quien da de comer a los tocinos, era de
agradecer...
Pedimos infusiones... y estuvimos charlando un rato. Pero cuando la
conversación era un caldo perfecto para el “apalanque”, nos levantamos y
decidimos que era hora de ir regresando a las motos, e ir planteándose el ir
bajando ya...
Así que salimos de restaurante, y rehaciendo el camino que nos había llevado
hacia allí –excepto la zona que olía a orines-, nos personamos –al rededor de
las 16:00- ante nuestras monturas. Que como estaban a pleno sol... ardían -y
nunca mejor dicho- en deseos de coger de nuevo carretera...!!
Allí nos tenéis a los tres, recién comidos y sudando la gota gorda...
poniéndonos las chupas de cuero y deseando salir enseguida...! Y que el
airecillo fresquito nos refresque el viajecillo...
Pero nos salió el tiro por la culata! Saliendo por el Puente de Santiago, el
aire era calentorro, calentorro... Como si un secador gigante estuviese echando
aire desde la otra punta... Y lo jodido, es que ese aire nos acompañó gran
parte del camino...
Iniciamos así, la “cara b” de nuestra singular aventura...
Y para regresar -como íbamos bien de carburante-, decidimos marchar
directamente y sin detenernos... para repostar al tiempo que precisasemos
descansar nuestras posaderas...
El regreso no fue tan placentero y tranquilo como lo fuera la ida. Ni mucho
menos...!
El aire no afectaba esta vez de frente... y además de ser fogoso, nos venía
ligeramente ladeado. Además, el tránsito era mucho más intenso, y la
circulación de grandes camiones iba en aumento a medido que avanzamos a lo
largo de nuestra ruta de regreso, a través de la N-II...
Una de las vías –dicho sea de paso- con mayor afluencia del país.
Si a la ida tuvimos que detenernos porque mi casco iba a perder la visera... a
la vuelta lo hicimos porque se habían soltado los extensores de mi chaleco...!
Si es que tenía el día.... Fue, eso sí, una breve parada en la cuneta... y de
nuevo a la ruta...!
En esta ocasión –y como sucediera desde que paramos antes de pillar la
autopista a la llegada...- Nandu iba delante. La cual cosa me tranquilizaba,
pues un servidor se despista con extrema facilidad...
Cosa que quedó patente cuando seguíamos a Huracaan esa mañana en la búsqueda de
la A2, en que si no es por Nandu que me avisa, yo tiro recto y los pierdo...
Me limité, pues, a seguir al compañero Nandu en nuestro regreso... Compañero
que dicho sea de paso, posee un envidiable callo en el manejo de la burrica...
Nuestra primera parada de refresco y repostage –el tercero en nuestro camino-
lo hicimos a unos treinta y tantos kilómetros de Lleida. Nandu aprovecho para
echar definitivamente de su casco, a una mosca que venía amargándole desde
hacía rato...
Personalmente, ansiaba ese descanso, pues el calor hizo mella en mi cuerpo a
nivel de cansancio y sed... Necesité un par de tónicas con cantidades
industriales de hielo, para empezar a reponerme... je, je, je...
Nos atendió una muchacha que dejó de serlo hace mucho, con una simpatía poco
común... Más bien, inexistente. Qué palo de mujer, señores...! Más parecía que
estuviera haciéndonos un favor, que atendiendo la barra de un bar de
carretera...
En fin, que nos repusimos en un ratico de estar allí, fresquitos... y nos
dispusimos a rehacer camino, previendo la siguiente parada en Igualada.
Más, no fue así...
A la altura de Tàrrega, el compañero Nandu se metió en un área de servicio –la
que me metiera yo el día de Bellpuig- pues necesitaba detenerse un rato, y
descansar su cuello... Y es que el amigo está enamorado de los cascos
abiertos... y en una tarde como aquella, ese tipo de cascos son desaconsejables
totalmente...
Así que echamos un pitillo... y descubrimos al entrar en el local –que más
parecía el hall de un hotel de lujo...- que allí no se podía fumar. Estábamos
de nuevo en Catalunya... ntch!!
Nos tomamos unas sin, y unas claritas... echamos otros pitillos antes de coger
las burricas... y reemprendimos camino para casa...
A partir de ahí, el regreso fue más tranquilo que en la zona donde había
tantísimos camiones en una carretera tan estrecha...
Con tres carriles por banda, y velocidades que oscilaban de los 100 a 120
kilómetros por hora... no tardamos mucho en llegar a Igualada. Antes de
meternos, Nandu me preguntó si entrábamos por ahí o por Òdena... y decidimos
hacerlo por Igualada, que seguro que nos cruzábamos con más de una
gasolinera... y podíamos intentar de tomar algo en la cafetería “para parejas”
que esa mañana estaba cerrada... Pero seguía estándolo por la tarde.
Así que repostamos en una gasolinera situada –casualidades de la vida- justo en
frente de donde esa misma mañana tomábamos café, en nuestra primera parada...
De echo, nos fumamos los pitillos, y acordamos donde nos separaríamos, en el
parking donde detuvimos las motos por primera vez ese día.
Primera y última parada en el mismo sitio, sin haberlo pretendido... je, je,
je...
A partir de ese momento, me puse yo delante... Bajamos de Igualada, cruzamos
Vilafranca... y justo después de cruzar Canyelles por la C-15, en la segunda
rotonda... servidor cogió la salida a la C32, que me llevaría de vuelta a
Sitges a través del más rápido de los caminos a Sitges desde Canyelles...
Nos despedimos con un emotivo toque de claxon, y aunque ya lo hiciéramos en
Igualada, sentí la necesidad de volver a apretar manos y besar rostros, para
certificar la despedida y asegurar que fue un inmenso placer compartir el día,
la ruta y la aventura, son este par de amigos que son Nandu y Araceli...!! Un
besazo desde aquí!!
Llegué a Sitges sobre las 21:10, poco más o menos... Y a mi regreso –aparte de
los de mi mujer, claro está...- me aguardaba un sms de Huracaan, preguntándome
como había ido el viaje de regreso.
Le contesté enseguida... Él había sido una de las “piedras angulares” para
llevar a buen término esa aventura. Aunque –desgraciadamente- no nos pudiera
acompañar...
Pero habrán más rutas, ya lo verás! Y ya mismo podremos rodar y almorzar
juntos...! Que todos estamos deseosos de rutear contigo, Huracaan...!!
Al llegar a casa, y tras saludar –muy dulcemente...- a mi mujer; hice lo propio
con Nandu, y le mandé un sms, a ver qué tal habían llegado ellos... A lo que me
contestó enseguida. También acababa de llegar...
Y ahí estamos desde entonces... Recordando cómo fue, y esperando que llegue
bien pronto la próxima aventura...!! Je, je, je...
Ésta, además de ser la más larga... creo que es una de las más divertidas,
distraídas, y aventureras que he hecho jamás en la vida.... así que queda ahí
el listón. Alto, alto, alto...
En definitiva: Una salida de puta madre...!!! Je, je, je....!! Se puede decir
más alto, pero no más claro... je, je, je....
NaClu2!!!