El
pasado fin de semana, una fecha muy importante en la historia motera de este
viejo culo de plomo que os habla… porque después de un año, seis meses,
veintiséis días… y por primera vez desde que el puto bicho estuvo a punto de
mandarme al “secadero”, por fin pude disfrutar de una salida kilometrera donde
las haya…!!
Destino
elegido…? Camping motero Anzánigo… y rutillas por la zona!!
La
mañana del viernes diez de septiembre montaba en mi pequeño amor a las cinco y media de la mañana, después de
acicalarme como es debido y tras pasar la media noche de rigor despierto por
los nervios. Y es que como es bien sabido, la noche antes de una ruta no se
duerme…! O cuanto menos, no se duerme bien.
A
las cinco y media enfilé por la AP7, y
para no faltar a mi particular costumbre… empalmé con la A2 después de
despistarme, saltarme la salida, darme una vueltecilla turística por las
salidas posteriores… y cagarme en todo lo cagable antes de volver a la ruta
correcta… je, je, je…
Allí
enfilé ruta hasta el Bon Àrea de Jorba. Donde paré a almorzar, meterme entre
pecho y espalda un bocadillo de lomo con queso… y superar el reto de entrar de
nuevo en un bar después de un año y medio sin hacerlo…!
Luego
monté de nuevo en “Barretina” y enfilé ruta hasta Lleida, donde cambié A2 por
la A-22 que me llevó a Huesca… y por algún extraño fenómeno paranormal –llámale
despiste- en vez de tirar para Ayerbe, me fui por la E-7 pasando por Arguís…
virando luego a babor, para recorrer una carreterilla, curvera donde las haya, que
me llevó –por fin-, hasta la puerta del camping Anzánigo!! Donde pensaba
meterme una cervecita bien fresquita mientras esperaba a los amigos Gorka y
Kata, que -a lomos de su hermosa Yamaha Fazer- en esos momentos seguían ruta
desde Iruña.
Y
bueno, la puerta del camping sí que la hallé… si… pero cerrada…! Y claro, no
quedó otra que esperar pacientemente hasta que llegaron los amigos con los que
compartiría tan estupendo fin de semana, rutas varias, comilonas, momentos
especiales, y por supuesto la espera hasta que averiguáramos cómo coño entrar
en el camping…!! Je, je, je…
Por
suerte en el camping había inquilinos que no sólo se pusieron en contacto con
Carlos -que nos atendió telefónicamente y nos sugirió un sitio para ir a
comer-, si no que nos abrieron las puertas y nos dieron la llave de la
habitación. Para que –por fin- pudiéramos tomar posesión, descargar las burras,
refrescarnos… y empezar el emocionante fin de semana que nos las prometía muy
felices…!! Pues de momento, tras dos semanas con funestas predicciones de
lluvia por doquier… no habíamos pillado ni una gota!
Y
llegó la hora de arrancar la primera ruta…!! Corta, pues era sólo para ir a
comer a un restaurante -recomendado por Carlos- en Villalangua. Que se
encuentra a veinte kilómetros del camping.
Salimos
por una carreterilla de curvas suaves y tranquilas… pero como no teníamos prisa
y nos sobraba tiempo, decidimos dejarnos llevar por la carretera… aprovechando
el detalle que el tipo que puso cartel que indicaba el giro hacia el lugar, lo
hizo –digamos- un “pelín” justo, y cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos
pasado del giro… y rodábamos siguiendo el trazado de la carretera, esperando el
lugar apropiado para poder dar la vuelta.
Cuando
por fin dimos la vuelta y enfilamos en la dirección correcta hasta la puerta
del primer garito que vimos, nos dimos de bruces con una nueva realidad: La
Posada de Villalangua (que así se llamaba el boliche) estaba esperando la
llegada de un grupo numeroso esa misma tarde… y no nos podía dar de comer. Así
que nos recomendaron volver sobre nuestros pasos y acudir a “El jabalí”… pero
nosotros, que lampábamos por sentarnos a platicar distraídamente mientras nos
refrescaban el gaznate unos zumitos de cebada, decidimos quedarnos allí de
momento, con la intención de salir más tarde a comer.
Ya
en el primer pedido de bebercios nos dimos cuenta que allí nos tratarían bien…
ya que nos pusieron –sin pedirlo- unas pataticas, una especie de tortillica… y
en los siguientes pedidos, cayeron rollitos de salmón ahumado y ensaladilla
rusa, ensalada potente… Bueno, que tanto fue así, que al final el tipo nos
ofreció postres y cafelitos, y nos dimos por comidos.
Marchamos
de allí agradecidos por el trato, y con la firme promesa de volver otro día y
comer de su carta, como es debido, degustando las viandas por las cuales nos
enviaron hasta allí… y no pudimos disfrutar.
De
regreso al camping, éste ya estaba abierto. Ya teníamos compañeros moteros aquí
y allá… Y con ellos, el ambiente empezaba a tomar la calidez que echamos de menos
por la mañana.
Nos
dirigimos a la habitación con la intención de ponernos cómodos y fresquitos...
para así luego tirar para el bar a liquidar la cuenta pendiente de la reserva,
y echar unos tragos tranquilos en la terraza mientras esperábamos la hora de la
cena.
El
tema reserva tuvo que esperar… pues eran muchos los que estaban allí haciendo
cola por lo mismo. Así que pasamos al siguiente tercio, y armados con vaso de
cristal bien sólido… disfrutamos luenga conversa en la terraza colindante al
“Red wagon”. Y es que por lo visto en Sabiñánigo había una concentración de BMW
(esa marca nada barata que es como si las regalaran en las cajas de galletas) y
claro, muchos de los asistentes –a juzgar por el escudito que ostentaban sus
monturas- habían decidido establecer su “campamento base particular” en el
camping… je, je, je… Diles tontos.
Tras
la cena –que disfrutamos bendecidos por
las sabias manos de Carlos-, y la estupenda tarta de chocolate y naranja, que
nos cautivó… Decidimos tirar para la habitación. Donde tras sacar la mesa y las
sillas al fresquito de la calle, nos dispusimos a degustar las botellitas de
Patxaran, Ratafía, y un quesito bueno que trajeron Gorka y Kata, seguir
charlando bajo el manto de la noche, y acabar esta acudiendo a la cama tras
haber escuchado algún que otro monólogo (YouTube) que nos llevó al sobre con
una sonrisa de oreja a oreja.
Dando
así por finalizado el primer día… deseosos de empezar el siguiente…!!
El
sábado para mí empezó antes que para mis compañeros de habitación, ruta, y fin
de semana. Y es que un servidor duerme más bien poquito… se acuesta pronto, y
tiende a levantarse más pronto todavía. (Como si fuera un viejete, vaya…)
Así
que me pegué una ducha con agua fría –pues no hubo manera que saliera caliente-
y salí a patear por el camping, fotografiando los rinconcitos más simpáticos y
emblemáticos, y comprobando que yo era el único gilipollas que había decidido
levantarse tan temprano. Ya que por el camping no había ni dios…! Je, je, je…
De
regreso a la habitación, me di cuenta que la temperatura seguía sin subir… y de
hecho, cuando un rato más tarde acudimos al almuerzo y nos lo zampamos en una
de las mesas de la terraza… el frío me había calado hasta los huesos. Así que
no tardamos en darnos por almorzados… acudiendo a la habitación para vestirnos
de moteros y poner rumbo a nuestro nuevo destino: Jaca
Decidimos
tirar por la carretera de la derecha… dejándonos llevar por las indicaciones, y
poniéndome a mí de Capitán de ruta –que tengo el mismo sentido de la
orientación que un viejo zapato- disfrutar de paso de la incertidumbre de si
llegaríamos, o no.
Pero
es que como yo soy realmente lento en las curvas… lo suyo era llevarme delante.
Controlado y vigiladico…
La
ruta estuvo muy bien. Tranquila… sin prisas… Aunque a decir verdad, de haberlas
tenido no hubiéramos podido correr mucho más. Ya que la carretera se las traía
con sus curvas, su baches, su grava… y los carteles que te iban recordando la
presencia de estos “extras”.
Cuando
llegamos a Jaca, decidimos cruzarla con la excusa de ir buscando un garito para
tomar algo. Pero la verdad es que cuando a punto estábamos de salir, justo
cuando estábamos parados en un semáforo… Gorka propuso poner rumbo a Canfranc
para visitar la estación. Y eso hicimos…
Bueno,
cuanto menos, esa era la intención…! Ya que seguimos ruta –capitaneados por
este paria que suscribe- y cuando vi la entrada a Canfranc, para allí que fui.
Pero no era ese el lugar… ya que la famosa estación se encuentra en “Canfranc
Estación”. Es decir, el siguiente pueblo por la misma carretera.
Para
allí que fuimos con la idea de realizar la visita… pero fue completamente
imposible encontrar un huequecito donde estacionar las burras! Se conoce que se
celebraba una carrera de esas que se hacen a pie, sin motor, y echando muchos
kilómetros a las suelas… y era tanta la
expectación que despertó, que el pueblo estaba literalmente invadido.
Por
decir que incluso comentamos la jugada con una pareja de la Guardia Civil que
estaban allí controlando el cotarro… y ni por esas logramos aterrizar…!
Así
que dimos media vuelta –después de haber recorrido la travesía dl pueblo como
tres o cuatro veces- y decidimos poner rumbo de nuevo a Canfranc. Donde aparcar
y localizar una terracita donde refrescarnos, fue todo uno.
Allí
mismo decidimos quedarnos a comer. Y si no llega a ser porque le comentamos la
jugada al camarero y este tomó nota indicándonos que teníamos que comer dentro…
a la hora de la verdad nos hubiéramos quedado sin hacerlo. Ya que el aforo
interior (reservas) estaba copado.
Pero
claro, nosotros “de alguna manera” también habíamos reservado… Así que pudimos
entrar, y saciar el apetito con el menú que ofrecía el restaurante de aquél
aparta-hotel. Un menú muy rico –la verdad-, pero un pelín bastante justo de
cantidades… (sic)
Saliendo
de allí… Gorka y Kata iban delante hasta que paramos en una gasolinera donde
llenaron el depósito hambriento de su pequeña y preciosa montura, procurándose
–además- unas barras de pan para –en la recena de la noche- probar una crema de
queso que habían traído. Queso de ese que pica… je, je, je…
Luego
ya, saliendo de la gasolinera volví a recuperar mi posición de Capitán, con el
GPS conectado, musiquita en los cascos, y la sana intención de regresar dando
un rodeo por Sabiñánigo… y ahorrarnos la carreterilla de los baches, las
curvas, y la gravilla. Pero no fue así…
Sin
saber bien el porqué… el GPS decidió por su propia cuenta y riesgo cambiar la
ruta y devolvernos al camping por la ruta de la ida. Pero a pesar que tuvimos
ocasión de doblegar su voluntad en un semáforo que pillamos en rojo… decidimos
dejar las cosas como estaban y volver por ese camino. Volviendo a sortear –comernos, en realidad-
todos y cada unos de los baches que nos encontramos, y así comprobar cuan
rígida llevábamos la suspensión.
La ruta hasta el camping, pues, fue
calcada al la ruta de ida... solo que un pelín más ligera, y con el
avistamiento –simpático donde los haya- de tres “bambis” que nos vigilaban
desde el final de una recta, hasta que se escondieron saltando graciosamente.
A la llegada repetimos lo de la tarde
del día anterior. Es decir, nos fuimos a refrescar a la habitación y tras
ponernos cómodos... acudimos al bar para echar unas birras
La verdad es que se estaba muy bien, Muy
buena temperatura, una compañía espectacular, muy buen humor, y –sí es cierto-
un poquito de mal olor. Ya que se conoce que teníamos una mofeta entre
nosotros, y no nos habíamos percatado. (Pero este es un tema en el que no
merece profundizar, por el bien de la salud mental del lector...)
Cuando llegó la hora de la cena,
acudimos al comedor donde pudimos disfrutar nuevamente de las maestras manos de
Carlos. Si bien es cierto que esta vez había mucha más gente el día anterior...
y bastante más escandalosa . Por lo que no tardamos en marchar una vez dimos
por finiquitado el postre... y con él la cena.
Por tanto... regresamos a la habitación
y volvimos a sacar la mesa y las sillas al exterior, con la sana intención de
pasar una velada fresquita y graciosa. Degustando la famosa crema de queso,
terminando las existencias de licores varios, y echando unas cachondas partidas
al Rummikub. Juego que o mucho me equivoco... o se va a convertir en compañero
fijo en nuestros futuros encuentros de fin de semana...!!
La velada –que no sólo fue muy agradable,
sino que también fue muy divertida- se alargó algo más de lo previsto y
acabamos metiéndolos en los sobres pasadas las tres de la madrugada. Entre
risas incontrolables... de esas contagiosas que uno no puede evitar. Y que cuando
consigue calmarlas... con sólo con oír que al otro le entra de nuevo la risa,
no puede evitar descojonarse allí mismo, con su dolor de quijada y barriga,
falta de aire, y lágrimas en los ojos...!! Je, je, je...
Una risa que yo personalmente, hacía
mucho, pero que mucho tiempo –años- que no disfrutaba...
La mañana del domingo la arrancamos algo
más tarde de lo previsto, y tras comprobar que seguía sin haber agua caliente
en las duchas... decidimos posponer esas duchas hasta llegar a cada uno a su casa.
Ya que ninguno quería repetir la experiencia de la mañana anterior...
Fuimos al bar y tras prepararnos el
almuerzo, nos fuimos a la mesa de costumbre para disfrutarlo saboreando los que
creímos que serían los últimos momentos compartidos. Qué equivocados
estábamos...!!
De regreso a la habitación, acabamos de
preparar los trastos, montamos las motos, y decidimos que en el bar –tras dejar
la llave- nos tomaríamos algo más para despedirnos como es debido…
Pero como suele suceder cuando una está
en buena compañía, el tiempo pasa que no te das ni cuenta. Y en este caso fue
literalmente así… Ni tópico, ni típico… Totalmente literal: Nos sentamos poco
después de las once de la mañana… y cuando se nos ocurrió mirar de nuevo el reloj,
estábamos ya cerca de las tres de la tarde y no habíamos comido…! Menuda ida de
olla… je, je, je… Y lo peor, es que en el restaurante los podía comer, ya que
tenían todas las reservas hechas y estaba el comedor lleno. Por lo cual
decidimos arrancar ruta juntos de nuevo e ir a buscar un garito dónde saciar
nuestro apetito.
La ruta la arrancamos por el mismo sitio
por el que fuimos el viernes, sólo que esta vez doblamos hacia el pantano de la
Peña para proba en “El jabalí”, pero estaba cerrado. Así que reprendimos ruta
con la firme intención de parar allá dónde viésemos un garito abierto… y esto
no sucedió hasta Murillo de Gállego. Donde dimos con uno abierto… que si bien
no era un restaurante, tampoco es que fuera un bar. Era una escuela de Rafting
y Kayak, donde servían comida precocinada, que calentaban en un horno, bebidas
frescas, y helados.
Suficiente para lo que nosotros
necesitamos… así que eso yantamos disfrutando de nuestra propia –y excelente-
compañía hasta que llegó el momento irremediable de la despedida.
Cuando tras volver a arrancar los
motores de nuestras respectivas… nos dispusimos a darnos los besos y abrazos de
rigor, que en esta ocasión fueron especialmente dolorosos. Ya que habíamos
pasado un fin de semana muy especial, después de muchísimo tiempo sin vivir uno
semejante…!
Porque es un placer conectar y disfrutar
así de la compañía, de la complicidad, del saber disfrutar de una conversación
tonta que se alarga por horas… sólo por el placer de compartir ese momento
especial…
Así que con todo el dolor del corazón,
nos despedimos prometiéndonos volver a vernos bien pronto, y poniendo nuestras
respectivas proas en direcciones antagónicas:
Los amigos de la Fazer, se dirigirían a
Iruña… mientras mi menda lerenda y su Deauville tiraríamos para el Montseny.
La ruta de regreso fue bastante
tranquila. A mi paso por Ayerbe llené el depósito con la intención de no volver
a parar otra vez… pero no fue así.
En Huesca pillé la A-22 que me llevaría
hacia Lleida. Y antes de llegar… tuve que parar un momento para estirar las
piernas y recordar a mis rodillas su función, dando cuatro pasos alrededor de
mi pequeña…
Momento que aproveché para saludar a
Gorka, que me comunicaba que ya habían llegado, y lo habían hecho bien…!!
Más tarde, bajando por la A2 paré en El
Bruc para cambiarme las gafas de sol por las normales… ya que si bien no
anochecía todavía, pero el sol estaba ya muy bajo. La luz era cambiante… y mi
vista agradeció ver más claro.
No llegué a bajar de mi montura, pero
esa pequeña parada me fue muy bien…
Y ya desde allí, sí, todo fue del tirón…
Empalmé en con la AP7 (que desde el día uno está libre de peajes) y ya no la
solté hasta salir a escasamente diez minutos de casa. Llegando justo para ser
recibido en los brazos de mi adorable Anna… que me esperaba junto a Ros, abriendo la puerta
del garaje justo en el momento en que yo me disponía a bajar de mi pequeña…!!
Un broche de oro para una salida muy,
pero que muy especial… en muchísimos sentidos…!!
Orgulloso de haber podido realizarla… de
haberla compartido con Gorka y Kata… de terminarla con tan buen sabor de
boca…pero sobretodo, porque va a haber un antes y un después de esta salida, y
bien pronto espero encontrarme organizando una nueva escapada de fin de semana
para compartirlo con amigos tan especiales…!!
Y por cierto!! La mejor prueba de que
esta ha sido una salida especial… es precisamente que podáis leer estas líneas.
Ya que no escribía crónicas desde diciembre de dos mil diecisiete!!
Tras casi cuatro años sin hacerlo, ha
sido un verdadero placer plasmar someramente un retrato de la salida que por
mucho tiempo, vibrará en mi corazón…!!
Muchas gracias por compartirla… y
deseando vivir una nueva aventura tan pronto como sea posible!!
Oh,yeah…!!