Por Jaqueton:
Una vez más, hemos estrenado el año yendo a comer mondongos. Y una vez más, como
cada año, se ha quedado en eso... en ir a comer mondongos. Pues encontrar, lo
que se dice encontrar, no hemos encontrado. Como siempre...
Aunque esta vez ha sido -en parte- culpa mía. O por lo menos, la desilusión de
no encontrar... pues perdí la tarjeta de
Pero bueno, como tanto si había como si no, habríamos ido igual... pues nada.
La desilusión no fue tan grave.
Ya empezamos a estar acostumbrados.
El pasado día 2 de enero, a las 7:15 de la mañana, nos encontramos el amigo
Tito y mi menda lerenda en el parking subterráneo donde pernoctan mi pequeña y
dulce Bilú It, y su bella Águila negra.
Allí, calentando motores, nos preparamos como es debido para la ruta, y salimos
raudos hacia el punto de encuentro.
Llenamos depósitos en Sant Miquel d'Olèrdola, y llegamos al Monterrey justo
cuando sacaban los croissants del horno.
Carajillete para moi... Café con leche y croissant para él... Y una estupenda
napolitana de chocolate para éste que os habla. (Goloso que es uno. Qué le
vamos a hacer...!)
A los pocos minutos llegó el amigo Moli a lomos de su estupenda y seductora
Negra.
La estacionó al ladito de sus hermanas Suzuki... y entró a cafetear con
nosotros.
A las 8:30 -hora de salida- arrancábamos las burricas para echar ruta hacia la
ciudad imperial, y capital romana, Tarraco.
La ruta fue tranquila. Nuestra amiga especial -N-340-, nos llevó hasta las
puertas...
Entramos por las murallas, y en pocos segundos, nos introducíamos
-triunfalmente- en
Como adelantaba al inicio de éstas líneas... no había mondongos. Pero bueno, sí
había baldanes, y eso es lo que almorzamos.
Baldanes con huevos fritos y mongetes para el gordete que suscribe... Con
huevos y panceta para Moli... Y nuestro compañero Tito -fiel a su bien amada
botifarra-, rindió sentido homenaje a tan especial pitanza, acompañándola con
unos huevos con papas.
Como siempre, almorzamos con el mejor de los placeres en nuestro corazón, en
nuestros estómagos, y en nuestras moteras mentes.
Placer que alcanzó su punto álgido, con la sobremesa cafetera en la que
celebramos luenga y distendida conversa, preparando lo que sería la segunda
parte de la ruta; de la mañana, y de la salida.
Decidimos que una muy buena idea iba a ser acudir a visitar el bareto que desde
hace un año aproximadamente, ofrece sus almuerzos y comidas moteras en un
polígono cerquita de Alió. "Els Moters". Buen nombre, que revela la
esencia de tan bien preparado garito...
Así pues, arrancamos nuestras pequeñas... y aunque en un principio resolvimos
recorrer inversamente el camino que nos llevara hasta allí -pues declinamos la
opción de tirar por Vallmoll-Valls...-, al poco de salir de Tarragona, el
compañero Moli capitaneó un motín pacífico y acertado, ostentando el cargo de
Capitán... y guiando al grupo a través de unas estupendas y divertidísimas
carreteras secundarias que -pasando por Salomó- nos llevaría a nuestra otra
gran amiga: La carretera de Valls.
Justo llegábamos a esa carretera...en el preciso instante de -tras hacer el
stop- incorporarnos a ella... al amigo Tito se le acabó "el fuelle".
O lo que es lo mismo, se le acabó la gasolina a su pequeña y avispada Águila
Negra.
Así pues, llenamos -homenajeando nuestro "Decálogo Vial de AMICUS"-
todos los depósitos.
Los tres, en una gasolinera que poquito-poquito distaba de aquél punto. Y acto
seguido, continuamos alegremente la marcha hasta el bareto...
De entrada, el garito nos sorprendió más que gratamente por su generoso parking
privado para vehículos de dos ruedas -las bicis están incluidas-, pero no menso
que el interior del local... que bien se podía apreciar, diseñado expresamente
para satisfacer las necesidades de cualquiera que se acercara hasta allí a
llenar el buche... reposar posaderas... o distraer la mañana.
Realmente, a todas luces, un espectacular garito para nuestros ruteros
almuerzos...!
Así pues, tras chupar las cervezuelas de rigor... acordamos dar pro terminada
la salida, y prometiéndonos mutuamente regresar pronto a catar tan genial
descubrimiento, partimos los tres camino de casa.
Y una vez más, los tres jinetes cabalgaban de nuevo... pasando el Coll de Santa
Cristina, hasta Santa Oliva; donde Moli se separó para reunirse con los suyos.
A Tito y a mí, nos quedaba todavía llegar hasta Sitges. Camino que recorrimos
con tranquilidad y alegría -mezcladas con la natural melancolía- del final de
una ruta que veía su fin...
...y así, los tres, conquistamos el descanso del guerrero... Y una vez más,
como siempre, nos dispusimos a soñar en nuestra próxima y emocionante aventura
en AMICUS. Oh, yeah...!!
NaClu2!!!
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